Ida y vuelta. Los caminos de un cuerpo.

El cuerpo es una envoltura: sirve, pues, para contener lo que luego hay que desenvolver. El desenvolvimiento es interminable. El cuerpo finito contiene lo infinito, que no es ni alma ni espíritu, sino el desenvolvimiento del cuerpo Jean-Luc Nancy.

Desde tiempos inmemoriales el estudio del organismo y sus misterios ha sido una constante del hombre. Desde Leonardo Da Vinci hasta los artistas contemporáneos, la anatomía deviene en objeto de ilustración, exploración y análisis. En esta encrucijada, entre arte y biología, metáfora poética y fisiología, emerge la obra de Silvia Brewda. La serie Ida y Vuelta da un giro a la propuesta que se inició con el alimento y el mundo culinario. Con un intenso proceso de abstracción transforma las imágenes de diversos tipos de pastas en algo distante y distinto. Las figuras resultantes se asemejan a los órganos que intervienen en la circulación de la sangre y de la vida. Formas sinuosas que aludiendo a la nutrición devienen en metáforas del arte como alimento-materia y alimento-espíritu. Corazones, venas y arterias habitan y dan cuerpo a una producción visual, un universo estético, conceptual y poético.
En cada superficie se despliega un interior y un exterior, y en medio, los organismos desenvuelven sus travesías y caminos. La circulación de la sangre, sus nutrientes, el oxígeno dialogan con las mutaciones de la materia. La artista experimenta con diferentes técnicas y soportes en una práctica que transforma la materialidad de la obra al tiempo que se desprende una noción de espacio y de tiempo. El carácter procesual en su trabajo con oxidaciones y decoloraciones implica un devenir temporal que da lugar a lo inesperado. Son obras basadas en experiencias químicas que, aun siendo aleatorias, pueden ser reguladas por la mano experta para provocar densidades visuales y accidentes fortuitos que gestan una espacialidad abstracta e invitan a la contemplación. En otras propuestas, la intervención es directa: operaciones minuciosas en las que agujerea, corta, calienta o quema, acciones que irrumpen la superficie plástica dejando que el espacio real atraviese e invada. En esta línea, también surgen los cuadros compuestos por sutiles tiras de papel colgante que caen levemente y se mueven delicadamente en la atmosfera circundante, o aquellos en los que libremente se acumulan pequeños círculos de papel, vestigios de estructuras de otros tiempos. Así, sobre un soporte plástico subyace lo infinito como un continuo desenvolverse de un cuerpo artístico, un campo de caminos entrecruzados y diálogo entre reflexión, gesto y materia.

Cecilia Iida