Escrituras Silente: La Memoria de las Palabras y su Respiración

 

Daniel Fischer

¿Qué hay detrás de las infinitas palabras en la obra de Brewda? ¿Qué se dice en cada blanco de esos interminables papeles? ¿Qué se desarrolla en su meticulosa orfebrería, en cada respiración, en cada silencio, en cada rollo o trabajo desplegado?

Respirar, inspirar, suspirar, exhalar, alentar… quizás inscribir… un momento, un instante, tal vez un universo entre otros posibles.

 

I El Poder de las Palabras, la Escritura y su Aparición en el Mundo de Silvia Brewda

 

En la obra de Brewda, las palabras son hilos que tejen pensamientos, emociones y mundos posibles. Las palabras tienen origen en el laboratorio de su mente y se desarrollan en su taller como territorios de la memoria. Las palabras son topografía, y en los silencios y la siembra, son una fuente fértil e inagotable cartografía de creación, suspenso y suspensión.

 

Las palabras son y serán una de las invenciones más trascendentales en la historia de la humanidad. Pero también aquí, las palabras toman cuerpo, imagen y, en su imago, se apropian del espacio. En el umbral de lo tangible e intangible, quizás como cualquier mapa, las palabras son una brújula, un mojón y una guía de la manera más acabada del trabajo de Brewda. En el trabajo de Brewda, las palabras y la respiración conforman una parábola, un inicio y una experiencia física, tal vez la más importante para inscribir un final y una nueva oportunidad en ese mundo de los papeles. Son fuente de energía vital y un modo de inspiración para la artista. Las palabras son el punto de partida y artilugio formal que se llena de coordinación sensomotriz, eficacia sostenible y una estética del blanco cargadas de cierta naturalidad y belleza. Además, en su materialidad, son un desafío entre lo maleable y la quietud, entre el signo gráfico y el significado, entre lo leve, lo grave y lo opaco. Quizás, y como en toda respiración, la obra es una posibilidad de acceder a un portal trascendental, a una fuente de toda sabiduría y expresión emocional.

 

Llenos de distintas experiencias dibujisticas y caligráficas, los papeles son atravesados por infinitos cortes, repujados, gofrados silentes, mentales, como formas físicas de un mundo interior. Mientras crece la experiencia visual en la obra, como un gran libro, códice o poemario, se despliega el aura de la obra. Continente y contenido, se expande, respira, abraza y se desarrolla como formas interminables e inagotables cargados de repertorios formales exquisitos. Es por ello que, en la obra de Brewda, las palabras dan forma al lenguaje hablado y escrito, permitiendo la transmisión de enigmas, de citas, pistas y señales para la creación de narrativas visibles y, sin lugar a dudas, el establecimiento de un posible vínculo entre individuos y esas otredades, entre lo dicho y lo velado.

 

II

La escritura como alimento y trasmisión

 

A partir de crecientes experimentaciones y listado de palabras que Brewda ejecuta, su obra ha crecido como levadura en las distintas décadas o saltos de su trabajo. La escritura rica y abundante siempre presente en su imaginación es tejido, memoria y transmisión, pero también alimento y levadura. La escritura nace como un alimento para las ideas de la artista pero también como representación simbólica que toma formas reverberantes y expansivas, que graban o calan el espacio, abriéndose a majestuosos formatos

 

Brewda sabe que las palabras tallan y gobiernan, preservan su herencia y modelan nuestros pensamientos. Desde un espacio de misibilidad, las obras son una fuente inagotable de imaginación y suspenso, porque nos permite aprender y nos conecta con el pasado y el futuro Estos escritos ficcionales son entonces concebidos como sistemas de protección y potenciación, crecimiento orgánico e infinito..

 

Pero también como formas observables la creación de dibujos y grafías casi invisibles son en el silencio de nuestra oralidad, un momento en el que nuestro corazón profundiza el sentido de la existencia, el estar, mientras la voz y la lengua descansan arrulladas por la mente.

 

III.

 

Hoy en la exhibición de Silvia Brewda, crea un movimiento latente y silente emerge a partir de la referencialidad encuadrada de sus permanentes escrituras y el sitio elegido para la presentación de sus obras. La fábrica de pan, como locus de la exhibición, se convierte en un espacio vectorial donde dibujos y escritos se despliegan como “textos sagrados” (Derrida, 1976), trabajos imbuidos de profundas dimensiones religiosas, sociales y culturales. En este contexto, la escritura se transforma en alimento y el alimento en sabías caras de una misma moneda, evocando la noción de que “el lenguaje fue es y será alimento para el alma” (Levinas, 1961).

 

La contextualización de las obras en una fábrica de pan no es casual, ya que hemos conocido la relación que tiene el alimento en su obra. sin embargo este espacio industrial, dedicado a la producción de pan —un alimento básico y simbólico en muchas culturas—, se convierte en un lugar de encuentro entre la materialidad del alimento y la inmaterialidad de la escritura. Como señala Michel de Certeau, “las prácticas cotidianas pueden ser vistas como una forma de ‘escritura’ que inscribe significados en el espacio” (de Certeau, 1984). En la obra de Brewda, esta inscripción es la unión de escritura y alimento, sugiriendo una “separación de jalá” —un ritual judío que implica la separación de una porción de masa para ser ofrecida como ofrenda— como metáfora de la conexión entre lo sagrado y lo cotidiano.

 

Esta exhibición es, en esencia, bendición, festejo, ofrenda, pero por sobre todo es unidad. es interconexión de los actos cotidianos y los rituales simbólicos, destacando la importancia del amor, la continuidad cultural y la unidad en la diversidad de las prácticas humanas, dibujo tras dibujo, palabra tras palabra, respiración tras respiración.